La comentocracia y su falso ropaje de imparcialidad

Sep 10, 2025 | Opinión

Pedro Torres Estrada

En el debate público mexicano ha surgido una figura que cada vez genera más ruido que reflexión: los llamados comentócratas. Se trata de opinadores profesionales que, desde tribunas mediáticas, pretenden presentarse como voces neutrales, como analistas objetivos que iluminan el camino de la ciudadanía. Sin embargo, basta con revisar con un mínimo de rigor sus textos y comentarios para descubrir que su supuesta imparcialidad es apenas un disfraz: detrás de ella se asoma una adhesión férrea al pensamiento conservador.

El ejercicio es tan predecible que raya en lo caricaturesco. Cuando la oposición emite un posicionamiento, ellos lo replican, lo adornan y lo amplifican, como si fuera la única verdad posible. Cuando el gobierno u otras fuerzas políticas no afines al conservadurismo toman decisiones, estos opinadores actúan como portavoces de la catástrofe que ellos mismos imaginan. No hablan de hechos, hablan de deseos: de lo que quisieran que ocurriera para confirmar sus prejuicios.

El problema no es que tengan una postura ideológica; todos la tenemos. El problema es que la niegan, que se aferran a la etiqueta de “imparciales” mientras repiten los mantras de la derecha mexicana. Esa contradicción es la que los deja en ridículo, porque pretender esconder las simpatías políticas en la era de la información es tan inútil como querer tapar el sol con un dedo.

Más grave aún es la falta de propuesta que transmiten. Los coméntócratas pueden dedicar columnas enteras a descalificar, a insinuar, a anticipar escenarios apocalípticos, pero rara vez ofrecen una ruta clara que resulte atractiva para la ciudadanía. No hay imaginación política ni visión de futuro; solo hay nostalgia por un país que ya no existe y un enojo permanente porque la sociedad decidió tomar otro rumbo.

En Chihuahua sobran ejemplos. Basta revisar algunas columnas en la que de manera reiterada insisten en el discurso alrededor de que la Cuarta Transformación del país está destinada al fracaso, ignorando cualquier avance o la posibilidad de que, con ajustes, pueda rendir frutos. Un comentario específico tomado de una columna publicada en redes sociales: “La reunión de la Gober Marus con el secretario de la Defensa Nacional, el General de División Diplomado de Estado Mayor, Ricardo Trevilla Trejo, debió ser algo así como una patada en la parte más sensible de la anatomía masculina, para los amigos del lado chairo de la banqueta”. El comentarista asume que quienes simpatizamos con la 4T no queremos que exista coordinación entre las autoridades relacionadas con la seguridad pública y que nos da coraje que existan ese tipo de reuniones. Ése es su deseo claro y lo proyecta como si fuera el nuestro, haciendo patente ese carácter que caricaturiza sus “imparciales” opiniones.
La realidad es que cada vez menos personas les creen. Incluso en sectores que tradicionalmente simpatizan con la oposición, comienza a reconocerse la pobreza de ese discurso repetitivo y cargado de falacias. Muchos ciudadanos que podrían coincidir en ciertos valores conservadores ya no se tragan las mentiras ni las exageraciones que inundan día a día los espacios de opinión.

El país necesita debate, necesita crítica y contrapesos, pero también requiere honestidad intelectual. Mientras la comentocracia insista en jugar a la imparcialidad mientras se aferra a su sesgo ideológico, seguirá perdiendo credibilidad. Y con ella, la oportunidad de aportar algo realmente valioso al diálogo nacional.

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