La ganadería en Chihuahua atraviesa una de las etapas más complejas de los últimos años. Al impacto económico generado por el cierre de la frontera, que impide la exportación de miles de cabezas de ganado hacia Estados Unidos, se suma ahora la presión internacional: asociaciones de rancheros norteamericanos han exigido directamente a Donald Trump que llame a cuentas a México por el manejo deficiente de este tema. Es decir, la crisis ya no se limita al ámbito local o nacional; ha escalado a un conflicto binacional que afecta la relación comercial y la confianza en la sanidad pecuaria mexicana.
El panorama se vuelve más alarmante con la reciente detección de casos de gusano barrenador en Nuevo León, una plaga que enciende las alertas sanitarias y amenaza con extenderse hacia el norte del país. La presencia de este parásito representa un retroceso histórico, pues México había logrado erradicarlo gracias a décadas de inversión y cooperación internacional. Hoy, la reaparición de este problema pone en duda la eficacia de las medidas de prevención y vigilancia que debería encabezar el Gobierno federal.
Frente a estos hechos, resulta inevitable cuestionar la indiferencia y la pasividad del Gobierno de México. Mientras en el norte los ganaderos enfrentan pérdidas millonarias, y en Estados Unidos crece la presión política y económica, en el sur la frontera permanece abierta sin un control estricto del ingreso de animales y mercancías. Esta omisión no solo vulnera a la ganadería chihuahuense, sino que abre la puerta a riesgos epidemiológicos que pueden desatar una catástrofe de proporciones nacionales.
México necesita una política clara y firme: proteger la ganadería como sector estratégico, garantizar la sanidad animal y recuperar la confianza internacional. No se trata únicamente de un tema económico, sino de seguridad alimentaria y de soberanía. Chihuahua y sus productores no pueden seguir pagando el costo de un Gobierno federal que no se atreve a tomar decisiones de fondo, como cerrar la frontera sur y blindar al país frente a plagas y enfermedades que amenazan nuestra producción pecuaria.
El tiempo apremia. O se actúa con responsabilidad y visión de Estado, o la ganadería mexicana quedará marcada por la negligencia y la omisión.
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