Pedro Torres Estrada
La política chihuahuense vuelve a estar en el ojo del huracán, esta vez con el nombre de Daniela Álvarez, dirigente estatal del Partido Acción Nacional (PAN), al centro de una polémica que no debería pasarse por alto.
Diversos grupos dentro del propio PAN han levantado la voz contra lo que consideran un acto de autopromoción disfrazada de campaña institucional, financiada con recursos del partido. En otras palabras, una campaña pagada con dinero público.
La dirigente insiste en que no busca adelantarse a los tiempos electorales ni está pensando en la candidatura rumbo al 2027, sino que se trata de un supuesto relanzamiento del partido. Sin embargo, la realidad contradice su discurso.
En las bardas de Ciudad Juárez, los ciudadanos pueden leer pintas con su nombre y la palabra “Cabrona” como sello distintivo. En espectaculares, aparece como figura central, mientras que el escudo del PAN —que se supone es el protagonista de la campaña— apenas se distingue, relegado a una esquina como si se quisiera ocultarlo.
El mensaje es claro: no se trata de un esfuerzo colectivo para reposicionar al partido, sino de una estrategia de marketing personal con cargo al erario partidista.
La legislación electoral es muy clara: el uso de recursos públicos para la promoción personalizada de dirigentes o aspirantes está prohibido. Y, en caso de que Álvarez busque una candidatura —como lo da a entender—, tendría que separarse de la dirigencia para garantizar un proceso equitativo y respetuoso de la ley.
Aquí no se trata de si Daniela Álvarez tiene o no el derecho de aspirar; por supuesto que lo tiene. Lo cuestionable es que pretenda abrirse camino electoral fuera de los tiempos oficiales y con recursos que pertenecen a todos los ciudadanos.
No puede obviarse un detalle que desnuda aún más esta estrategia: Daniela Álvarez criticó en su momento una campaña prácticamente idéntica, cuya protagonista es la senadora morenista Andrea Chávez Treviño. En aquel entonces, la dirigente panista señalaba que era un abuso, un exceso y un adelanto ilegal de los tiempos electorales. Hoy, al replicar la misma fórmula, cabe preguntar: ¿dónde quedó la congruencia?
Lo más grave es que esta práctica erosiona la confianza de la ciudadanía no sólo en el PAN, sino en la política en general. Cuando los partidos destinan sus recursos a la promoción de una sola persona, en lugar de fortalecer la vida democrática y el debate de ideas, pervierten su razón de ser.
La pregunta es por qué los panistas permiten que su presidenta utilice el partido como trampolín personal, y por qué las autoridades electorales no actúan con firmeza para corregir lo que claramente es un exceso, y, que quede claro, no solo en este caso sino en todos los que estén fuera de norma, sea del partido que sea.
La democracia se construye con reglas claras y respeto a la ley. Si quienes deben dar ejemplo comienzan torciendo las normas para beneficiarse, ¿qué se puede esperar del resto?
El el caso particular de Daniela habrá que darle razón al eslogan de su campaña: resultó más cabrona que bonita.
0 comentarios