El Estado de Chihuahua enfrentará el regreso a clases con un reto sanitario mayúsculo. El calendario de la SEP marca el inicio del ciclo 2025–2026 para el lunes 1 de septiembre, con 185 días efectivos de clase; es decir, en menos de tres semanas cientos de miles de niñas, niños y adolescentes volverán a concentrarse en aulas, patios y transporte escolar.  
El problema no es menor: el sarampión, una enfermedad tan contagiosa que puede infectar a nueve de cada diez personas susceptibles en contacto cercano, está golpeando con fuerza inusitada a México este año, y Chihuahua lleva la peor parte. Organismos internacionales reportan que, al 8 de agosto de 2025, México acumula miles de casos y la mayoría de las defunciones de la región; los recuentos coinciden en que Chihuahua concentra la proporción más alta de contagios del país. Diversas coberturas periodísticas, sustentadas en datos oficiales, señalan que alrededor del 90% de los casos nacionales se han dado en nuestro estado.    
Esta combinación —reapertura escolar más la mayor incidencia nacional— coloca a Chihuahua en una encrucijada de política pública. El primer desafío es cerrar de golpe las brechas de vacunación. La cobertura de la triple viral (SRP) cayó durante la pandemia; hoy el costo de esa omisión es evidente. Ningún filtro sanitario, cubrebocas o ventilación compensa la falta de inmunidad colectiva por arriba del 95%, el umbral recomendado para frenar cadenas de transmisión. A nivel regional, la OPS viene advirtiendo de un repunte histórico en las Américas y urge a los países a sostener coberturas altas; México aparece entre los más afectados. 
El segundo desafío es operativo: llevar vacunas —y confianza— adonde están los niños. Aulas rurales, comunidades menonitas y periferias urbanas requieren brigadas móviles con horarios extendidos, apoyo de promotores comunitarios y logística de “barrido” casa por casa. No basta con anunciar módulos; hay que perseguir activamente a los susceptibles, incluidos adolescentes y adultos jóvenes que no completaron esquemas. La comunicación pública debe ser clara y respetuosa, combatir rumores sin estigmatizar a ninguna comunidad. Y, por duro que suene, el Estado debe prever escenarios de ausentismo docente y estudiantil si aparecen cadenas de contagio alrededor de escuelas específicas.
El tercer desafío es normativo: la autoridad educativa y la sanitaria necesitan un protocolo único, simple y aplicable. Tres medidas son razonables y viables de inmediato: 1) solicitud de comprobante de esquema SRP para nuevas inscripciones y cambios de plantel, con plazos de regularización y oferta de vacunación in situ; 2) cercos epidemiológicos exprés (48–72 horas) ante cada caso confirmado en un plantel, con suspensión focalizada de actividades sólo donde sea estrictamente necesario; y 3) monitoreo transparente: tableros semanales por municipio para que familias y directivos tomen decisiones informadas sin caer en pánico. Estas acciones no sustituyen la responsabilidad individual, pero sí la facilitan.
La dimensión humana del brote también exige empatía. Chihuahua ya ha reportado fallecimientos vinculados a complicaciones por sarampión; detrás de cada cifra hay familias que pudieron haberse evitado ese dolor con una vacuna segura y gratuita. La autoridad estatal lo ha señalado con claridad: padres, madres, docentes y gobierno debemos empujar en la misma dirección. 
Se dirá que el regreso a clases no puede detenerse —y es verdad—, pero tampoco puede ser indiferente a la evidencia. Donde hay rezagos de vacunación, habrá brotes; donde hay escuelas hacinadas y con poca ventilación, habrá clusters; donde hay mensajes confusos, habrá miedo y desinformación. Chihuahua, hoy, no tiene margen para la complacencia. Tiene, eso sí, una ventana corta para hacer lo correcto: saturar al estado de vacunas SRP, comunicar sin regaños ni tecnicismos, y coordinar con precisión quirúrgica a salud y educación. Si lo logra, septiembre puede ser el mes en que el aula vuelva a ser sinónimo de aprendizaje y no de contagio; si no, la factura se medirá en más niños enfermos y más familias en duelo. Las lecciones del sarampión están escritas desde hace décadas. Toca, simplemente, aplicarlas.
Alfredo Martínez Sosa






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