ESTA SEMANA fue, sin duda, de emociones fuertes. Hace apenas unos días México celebraba que una compatriota ganara Miss Universo, pero nadie veía venir la andanada de problemas que se desataría después.

El certamen quedó manchado por su propio dueño, quien resultó ser una verdadera fichita: la FGR lo investiga desde hace un año por narcohuachicol y tráfico de armas. Para colmo, además de acusar a Raúl Rocha Cantú, la propia Fiscalía lo protegió, lo convirtió en testigo, no lo detuvo… y hasta lo dejó salir del país. Esas sí son influencias, no miserias.

El caso repercutió de inmediato en Palacio Nacional. Los hilos se movieron fuerte: Ernestina Godoy renunció a la Consejería Jurídica, el Senado fue convocado a sesión extraordinaria y Alejandro Gertz Manero, “el fiscalazo” de López Obrador, presentó su renuncia. Y lo hizo sin recato: no usó pretextos de salud, ni deseo de descansar; no. Aseguró que la presidenta le ofreció una embajada en “un país amigo”. Uno imaginaría Venezuela o Cuba, para disfrutar mojitos y un clima cálido sin despeinarse. Pero no: lo mandan a enfriarse —literal y políticamente— nada menos que a Alemania. Al menos, dicen algunos malosos, tiene el porte para armonizar con el ambiente germano.

En los pasillos políticos se comenta que la salida de Gertz ocurre justo cuando comenzaban a filtrarse investigaciones contra figuras importantes de la 4T: Adán Augusto López, Andy López Beltrán, el almirante Rafael Ojeda, entre otros. Movimiento quirúrgico antes de que estallara algo mayor.

OTRO DE LOS momentos curiosos ocurrió en la mañanera. El famoso “movimiento del sombrero” de Carlos Manzo volvió a calar en Palacio, pero esta vez de manera indirecta. El gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien sí usa sombrero “como en todo México”, llevó varios modelos norteños para adornar el escenario junto a balones y alebrijes por el tema del Mundial. Pero no faltó quien dijera: “¡Eh, quiten esos sombreros!”. Sin pausas en la conferencia, quedó en evidencia que no querían que se prestara a interpretaciones malintencionadas. Cosas de la sensibilidad política en tiempos hiper-mediáticos.

LA SALIDA DE Sergio Nevárez de la JMAS de Ciudad Juárez fue interpretada como un manotazo del gobierno estatal. Un mensaje directo para los suspirantes que ya andaban adelantando amarres: “se puede, pero no todavía; y no con cualquiera”. La gobernadora ya había advertido en dos ocasiones que no hay predilectos de Palacio y que aún manda quien debe mandar. El episodio de Juárez asustó a más de tres en el gallinero azul, que rápido guardaron banderas y recortaron ambiciones.

EN LA MISMA FRONTERA, MORENA también tuvo su sacudida. En días recientes, se asegura que Juan Carlos Loera se destapó para la alcaldía de Juárez. Busca sacarse la espina y, al menos esta vez, lograr ser alcalde de su ciudad. Esa intención movió las aguas en los grupos morenistas: la poderosa secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, mantiene viejas diferencias con Loera; y el equipo del alcalde Cruz Pérez Cuéllar tampoco vería con buenos ojos dejarle el cargo al senador.

Sin embargo, otros opinan que no hay que hacerse bolas: Loera, con su origen morenista puro, sus relaciones actuales y amarres internos, podría colocarse sin mayores complicacione