A propósito del 20 de noviembre, vale recordar que, desde aquellos tiempos, la política ha sido, es y seguirá siendo tergiversada, manipulada y ensuciada por sus propios actores. Entonces se exigía justicia para el campo; hoy también. “¡Tierra y libertad!”, clamaban los zapatistas, mientras Madero enarbolaba el “sufragio efectivo, no reelección” contra Porfirio Díaz: el hombre que modernizó a México, pero que terminó enfermándose de poder hasta provocar el hartazgo social… y, sobre todo, el de la clase política que se sentía desplazada. El pastel lo repartía solo el porfiriato.
Paradójicamente, Díaz había pasado por lo mismo al intentar derrocar al juarismo, que también buscaba perpetuarse en el poder. Ahí quedan para la memoria los levantamientos de militares y abogados bajo su mando, y la revuelta de 1876 que culminó en la batalla de Tecoac.
Hoy, al recordar la Revolución Mexicana, entendemos que fue, en términos reales, una lucha por el poder entre grupos económicos, políticos y sociales de la élite de entonces, con un ingrediente determinante: la mano visible de los Estados Unidos en los asuntos de México.
La revolución fue una confrontación entre revolucionarios: peleas internas, traiciones y ambiciones. Madero creyó en las urnas para desplazar a Díaz; Carranza optó por la vía armada, moderando y negociando; Villa, Zapata y otros eligieron la guerra abierta; y Victoriano Huerta esperó el momento oportuno para traicionar, tomar el poder y ordenar la ejecución de Francisco I. Madero.
Si analizamos el presente, encontramos muchas similitudes: concentración del poder, alineamiento de los tres poderes de la Unión con un mismo grupo, la mayoría de los gobernadores en la misma ruta y un ambiente de restricciones que alimenta la inconformidad, aunque el discurso oficial pretenda lo contrario.
¿Quiénes serían hoy los grupos enfrentados? ¿Quién sería Madero, Díaz, Villa, Zapata, Carranza o Huerta?
¿Quiénes los mártires capaces de despertar la inconformidad? ¿Quiénes los que imponen y persiguen? ¿Quiénes los intelectuales y quiénes los bandidos?
¡Pero no se asuste! Cualquier semejanza con la realidad actual es pura coincidencia.
Nosotros aquí, simplemente, de especuleros políticos.






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