En columnas anteriores te he compartido algunos de los factores que han demostrado tener un impacto positivo en el bienestar de las personas. El primero está relacionado con las emociones positivas. Pero ¿cómo surge una emoción? ¿Podemos crearla? ¿Somos capaces de inducirnos en determinados estados emocionales?
Son preguntas que suelen asaltarnos, sobre todo cuando las experiencias de nuestra vida no nos muestran su mejor cara y atravesamos una crisis de adaptación o una situación retadora.
De acuerdo con las neurociencias, las emociones son respuestas adaptativas que nos ayudan a interactuar con el mundo. Cuando un evento impacta nuestra vida, nuestro cerebro emocional produce ciertas sustancias químicas que le permiten afrontar dichos eventos, ya que estamos diseñados para reaccionar ante el entorno y sobrevivir.
Toda esta dinámica que ocurre dentro de nuestro cuerpo —orquestada por el sistema nervioso— desencadena pensamientos y sentimientos asociados a esos momentos. Es aquí donde la autorregulación juega un papel muy importante: nos permite construir historias de aprendizaje frente a diferentes situaciones y otorgarles sentido.
En este sentido, aunque no podemos evitar las reacciones emocionales de nuestro sistema nervioso —pues son, en cierta forma, automáticas—, hacernos conscientes de ellas resulta fundamental para desarrollar herramientas de autoconciencia y autogestión emocional. Estas habilidades, como señala Goleman (2012), son pilares de la inteligencia emocional.
Nuestros diálogos internos son los que nos permiten cultivar empatía hacia los demás y gestionar mejor nuestras relaciones. La inteligencia emocional comienza dentro de nosotros mismos y se proyecta hacia fuera, generando círculos que pueden ser virtuosos… o, en ocasiones, viciosos.
Para alcanzar niveles destacados de autogestión emocional, es clave conocernos a nosotros mismos explorando nuestras creencias, percepciones, actitudes, rasgos de personalidad, motivaciones y valores. Así podremos reconocer aquello que nuestro cerebro detecta como “amenazante” y desarrollar estrategias de afrontamiento que nos ayuden a “digerir” nuestros estados emocionales y construir historias alineadas con nuestro propósito.
Entrenarnos en el campo emocional nos permite hacer anclajes con las emociones agradables que acompañan nuestro día a día, pero también crear espacios seguros para validar y conectar con nuestras emociones cuando no son tan agradables. A eso se le conoce como higiene mental.
La tarea que hoy te propongo es comenzar un diario emocional que te permita registrar, al final del día, cuáles fueron tus estados emocionales. Pregúntate: ¿qué los ocasionó?, ¿qué pensaste, sentiste o hiciste frente a alguna circunstancia que te movió durante el día? Y al reconstruir la historia, reflexiona: ¿qué aprendí de esa experiencia? y ¿cómo me gustaría afrontar circunstancias similares en el futuro?
De esta manera vamos fortaleciendo nuestras herramientas personales para dar pinceladas a la obra de arte que construimos todos los días: nuestra vida, con todo su sentido.
Por la Dra. Elsa Edith Ríos Juárez
Directora del Instituto de Análisis Existencial y Logoterapia de Chihuahua
0 comentarios