Hoy se marca un hito en la historia institucional de México. Con la toma de protesta de los nuevos jueces y magistrados electos, comienza formalmente una etapa inédita en la vida del Poder Judicial, un momento que no está exento de retos, expectativas y cuestionamientos.
En Chihuahua, son 305 los nuevos integrantes que asumen funciones dentro de esta reconfiguración judicial. No es un número menor: representa no solo un relevo generacional en la impartición de justicia, sino también una apuesta por un sistema que pretende ser más cercano al ciudadano, más transparente en sus procesos y más legítimo en sus orígenes al emanar de una elección popular.
Sin embargo, la legitimidad no se construye únicamente en las urnas, sino en los hechos. La sociedad chihuahuense y mexicana observa con atención si este cambio estructural traerá consigo una justicia más pronta, expedita y confiable, o si, por el contrario, quedará atrapada en la misma maraña de intereses, rezagos y corrupción que históricamente han empañado al Poder Judicial.
La responsabilidad que hoy recae en los nuevos jueces y magistrados es monumental: demostrar que la elección popular no es sinónimo de improvisación, sino de compromiso y capacidad. La imparcialidad, la independencia frente a presiones políticas o económicas, y el respeto irrestricto al Estado de Derecho deberán ser la brújula que guíe su actuación.
En Chihuahua, donde la violencia, la inseguridad y la desigualdad siguen siendo desafíos diarios, el papel del nuevo Poder Judicial será determinante. La ciudadanía no pide privilegios ni discursos vacíos: exige justicia que funcione, tribunales que respondan y jueces que honren la confianza depositada en ellos.
Hoy comienza una nueva era. Si será de esperanza o de desencanto, dependerá de la integridad y del trabajo de quienes hoy levantan la mano para jurar servir a México. La historia les ha colocado en un punto de quiebre: ser jueces de papel o auténticos guardianes de la justicia.
0 comentarios